Capítulo 11

Siento haber tardado tanto en colgar el capítulo, pero es que estoy muy liada últimamente...

Abro los ojos y veo el techo de mi habitación. Intento recordar lo que he soñado esta noche, pero no lo consigo. Lo único que se es que no ha sido bueno, porque he estado despertándome constantemente. Me duele mucho la cabeza. Me siento en la cama, pero entonces recuerdo que hoy tengo que ir a clase, así que rápido me levanto y voy a la cocina, donde mi madre está preparando el desayuno.

- Buenos días.

- Te veo mala cara -dice mi madre mientras se acerca a mí.

- No es nada, tengo sueño y me duele la cabeza.

- ¿Seguro que no es nada?

- Seguro. Te preocupas demasiado.

- Bueno, pues entonces date prisa, no vaya a ser que llegues tarde.

Desayuno y me visto. Cojo mis cosas y salgo de casa. No sé lo que me espera hoy en clase. Supongo que todos mis amigos me compadecerán por lo de Katniss. Todo el mundo sabe lo bien que nos llevamos, aunque nunca me he atrevido a contarle a nadie lo que siento por ella. Sólo lo sé yo. Bueno... yo y mi madre.

Voy caminando por la Veta. Todos los que hay en la calle me miran. No soporto esas miradas de lástima, como si fuera la persona más desgraciada del mundo; aunque la verdad es que es así como me siento; pero ella lo estará pasando peor, y eso me está matando, no soporto que ella tenga que sufrir.
Llego a clase donde casi todo el mundo está ya en su sitio. Yo entro sin mirar a nadie a la cara, pero sintiendo como si los ojos de todos y cada uno de mis compañeros estuvieran clavados en mi espalda. Me siento al fondo de la clase y me quedo con la mirada perdida.
El profesor está sentado y cuando todo el mundo está sentado y en silencio, comienza la clase. Cada vez que intento prestar atención, el dolor de cabeza vuelve, y cada vez es más fuerte. Lo único que consigo entender de toda la clase són los nombres Katniss Everdeen y Peeta Mellark, por lo que supongo que estarán hablando de la cosecha.
Cuando por fin es la hora de salir, me levanto secamente y voy hacia la salida sin hacer caso a todos los que intentan hablar conmigo.
De repente siento como si todo a mi alrededor comenzara a girar y las voces de todos cuantos me rodean crean un eco en mi interior que no consigo apagar. Me agacho a la sombra de un árbol y agarro mi cabeza entre mis brazos. Cada vez me encuentro peor.
- Gale. ¿Qué te pasa? -esa voz suena apagada, distante, como si estuviera a mucha distancia de aquí.
La voz me sigue llamando, pero soy incapaz de contestar. Una mano me agarra la rodilla y me la sacude ligeramente, pero yo sigo en la misma posición, con la cabeza entre las rodillas.
Alguien me coge de los hombros y, está vez sí, me sacude con fuerza, así que levanto la mirada y mis ojos se posan en una extraña silueta que no logro distinguir, puesto que todo es borroso a mi alrededor.
Me ayuda a ponerme de pie y, apoyándome en su hombro, consigo llegar a casa. Me lleva hasta mi habitación y me estira sobre la cama.
Se enciende una luz que hace se ciegue mi vista, de modo que cierro los ojos. Sigo escuchando voces a mi alrededor y siento algo frío en mi frente.
Poco a poco, el mareo cesa y yo me quedo tumbado en mi cama intentando tranquilizarme. En ese momento siento una suave y cálida presión en mi mano.
Escucho unos pasos que se acercan. Mi madre entra en mi habitación y quien me tenía agarrado de la mano me suelta.
- Muchísimas gracias por traerlo Madge. -dice mi madre.
- No tienes porque darlas. Mejórate Gale. -dice Madge antes de marcharse.
No tengo tiempo de pensar en nada más puesto que en ese momento me sumerjo en un profundo sueño, para mi sorpresa sin pesadillas acechándome en cada rincón de mi mente.